Sunday, 30 September 2007

CHILDREN OF THE HOLOCAUST


It was grey cold that morning in Wroclaw. A metal-winged lizard watched them closely. They three had no real names, just fictional creatures. The youngest poked his drum waiting for a drift of air to come. A painted bird flew over the girl's red braids. Roumanian, staring into the distance as the little dumb vanished beyond the railway, into the crops.

Inspired by:

"The Painted Bird" (Jerzy Kosinski)
"The Tim Drum" (Günter Grass)
"Niederungen" (Herta Müller).



Wednesday, 26 September 2007

K. vs. K.

De niño siempre me gustó la palabra bicípite. La hallé por casualidad en un diccionario minúsculo, como yo era entonces. Era una palabra que usaba para impresionar a los adultos. Bicípite, del latín "biceps", bicéfalo, que tiene dos cabezas. Busco y encuentro multitud de sinónimos: mollera, testa, molondra, coco, cráneo, talento, cada uno con su matiz particular, porque la economía del lenguaje prohibe la existencia de la sinonimia pura.

Recurro a la bicefalia, a dos cráneos cinematógraficos, que entienden, cada uno a su manera el "cine de autor". No es éste un concepto polisémico sino más bien polimórfico, encarnado en dos significantes distintos, Kubrick y Kaurismaki, con el mismo significado.

El viejo amigo Stanley y su manera de hacer cine. ¿Les nombro someramente alguna de sus películas?: "Atraco Perfecto", "Senderos de Gloria", "Espartaco", "El resplandor", "La Chaqueta Metálica", "La Naranja Mecánica", "Barry Lindon", "2001 Odisea en el Espacio", "Eyes Wide Shut", "¿Teléfono Rojo? volamos hacia Moscú"....holgaba haber empezado. En su filmografía caben por igual películas bélicas, de cienca ficción, históricas, de suspense, thrillers, y sin embargo, cuando vemos alguna de ellas, la misma seña de identidad, única, indiscutible, genuina, irrepetible; tras la cámara.

La otra mollera presente en esta historia, Kaurismaki y ¿su obsesión por el pasado? o por ¿"la continuidad del yo"?. Por empecinarse en demoler el devenir temporal, por impedir el cambio. Quiere asentarse en un presente eterno, el presente finlandés, cuasi-perpetuo como un invierno lapón. Siempre la misma película, el mismo personaje, la misma ciudad, no importa que se llame Helsinki o París. "La vida de Bohemia", "El hombre sin pasado", "Luces al atardecer", tres que recuerdo bien, con la misma simbología: colillas humeantes, pequeños vasos de licor, aparentes compañías; representando la deshumanización, el suicidio de la sociedad finlandesa, que tuve la suerte de conocer, de vivir por unos días, hace años, como si estuviera contemplando privilegiadamente una de sus películas.

Dos formas de entender el cine de autor, reinvéntandose a sí mismo sin cambiar como hace Kubrick o repitiéndose, erúctandose, fumando uno tras otro, el mismo cigarrillo, al estilo de Kaurismaki, para terminar expresando ambos el mismo concepto; la fidelidad a sí mismos, su continuidad, su autoría.

Monday, 24 September 2007

MILES IN THE SKY




Me apetecía empezar bien la semana o que los que leen habitualmente este blog así lo hicieran. Normalmente dedico cinco minutos matutinos para seleccionar el disco que me pongo para ir al trabajo si no lo he hecho la noche anterior, porque cada música tiene su momento y es bueno elegirla bien. Por suerte, ya que yo llego un poco tarde, se me han adelantado, lo cual me alegra ya que el disco que viene a continuación es más propicio para escucharlo después de una dura jornada laboral, a horas vespertinas, con una taza de té rojo humeante entre las manos.

Hablaba el otro día Pussy de cómo comentarios fortuitos pueden convertirse en verdaderas afrentas cuando tocan de lleno nuestro pequeño universo ideológico. Cada vez cobra más sentido para mí el viejo refrán castellano "Dios los cría y ellos se juntan". Sin embargo, como pasa a menudo, también esto tiene su contrapartida. Hace unos cuántos años, en casa de un amigo, me topé por casualidad con este álbum. Le pedí su opinión y me bastó verle la cara de desagrado para saber que lo tenía que escuchar con atención. A veces resulta mucho más fácil definirse por negación.

Aunque necesarias, igual que tener la certeza de que el sol sale y se pone todos los días, las verdades de perogrullo, además de resultar harto aburridas, empañan u obnubilan nuestro criterio. Probablemente el álbum más conocido en la historia del jazz sea Kind of Blue de Miles Davis (el preferido de este amigo mío del que les hablaba más arriba). Sin duda "a masterpiece", la obra del jazz modal por antonomasia. Los músicos conformaban el primer gran quinteto en la carrera de Miles y, probablemente, uno de los mejores en la historia del jazz: Cannonball Adderley, John Coltrane, Bill Evans, ....Esta obra eclipsó parte de la carrera posterior de Davis, igual que más tarde lo haría Bitches Brew.

Miles in the sky es el último álbum que grabó junto a su segundo gran quinteto, el de los virtuosos. Un disco premonitorio a la vez que minusvalorado. En la música de Miles había dos cosas que presgiaban cambios importantes: su relación con Gil Evans y la tendencia a componer mucho más. Las dos composiciones suyas presentes en el álbum, "Stuff" y "Country Son" ocupan más de la mitad del mismo y qué duda cabe que fueron ubicadas en lugares clave a propósito. Probablemente este es un álbum denso, difícil y abstracto. Uno de esos que se tardan años en "digerir" y que luego llegan a ser una obsesión; una gema enterrada en la discografía de Miles.

En este trabajo probó nuevos sonidos instrumentales y, por primera vez, usó una guitarra, un bajo y un piano eléctricos. Representa una transición en su música, con referencias a conceptos de los dos anteriores pero que mira al futuro porque establece nuevos criterios, a la par que altera el papel de los instrumentos; circunscribir de una manera tan drástica su función demuestra un gran cambio en el pensamiento de Miles. La pieza compuesta por Wayne Shorter, "Paraphernalia" posee un dinámico movimiento en 4/4 con una sección en 3/4. En esta composición la guitarra de George Benson añade textura y coloración al movimiento rítmico, limitándose a repetir una figura rítmica y tocar octavas sobre la nota fundamental. El papel de la batería es similar. La mayoría de las veces Tony Williams no hace más que mantener un ostinato constante en el charles y en los platillos, y aunque a veces crea polirítmias mientras dialoga con los solistas, su manera de marcar el tiempo es lo que da identidad a la pista.

Miles se inclina hacia la práctica no occidental de un pulso muy claro, sin ambigüedades, y una repetición rítmica, creando un continuo en el que pueden ocurrir toda clase de sucesos musicales, incluyendo variaciones rítmicas. Se puede crear o liberar tensión mediante la superposición de ritmos. El "dramatismo" tiene lugar cuando el oyente toma más conciencia del pulso, o de su ausencia o de un pulso nuevo. Esto se percibe de manera mucho más obvia en la composición de Miles, "Stuff", porque toda la pieza se basa en una pulsación de rock. Esta es, sin duda, mi pista preferida del disco. "Stuff" es realmente larga e hipnótica. Tony Williams aplica un incesante ritmo de platillos condimentándolo sólo de ven en cuando con otros más complejos que se yuxtaponen al ritmo básico y estricto, creando así ese dramatismo. Los acordes de piano de Herbie Hancock son austeros y muy funky. El motivo, lleno de fragmentos melódicos, trinos, acentos desplazados, notas ligadas, dura casi seis minutos contribuyendo a esa sensación hipnótica, minimalista, repetitiva y no occidental.

El resto del álbum también es soberbio y augura los cambios que se producirán en la música de Miles. Incluso volverá a tocar y desarrollar alguna de las frases de los solos un año después en "In a Silent Way", disco predecesor de Bitches Brew.

Les dejo a continuación las notas del disco original:

"Personnel: Miles Davis (trumpet); Wayne Shorter (tenor saxophone); Herbie Hancock (acoustic & electric pianos); George Benson (guitar); Ron Carter (bass); Tony Williams (drums). Producer: Teo Macero. Reissue producers: Michael Cuscuna, Bob Belden. Recorded at Columbia Studio B, New York, New York on January 16 and from May 15-17, 1968. Originally released on Columbia (9628). Includes liner notes by Bob Belden. Digitally remastered using 20-bit technology by Mark Wilder and Rob Schwarz (Sony Music Studios, New York, New York). This is part of Sony's Columbia Jazz Masterpieces series. With MILES IN THE SKY, Davis began to consciously incorporate elements of popular music and blues into the quintet's open-ended style of group improvisation. This was an attempt to reach out, not sell out. By 1968, groups such as the Beatles had stretched the parameters of the pop song form way beyond their humble harmonic beginnings, while the blues trio Cream significantly elevated the level of musicianship and added a bold improvisational dimension to live performances. It was impossible to ignore these developments. And as Miles indicated in his autobiography, he was already becoming enamored of musicians such as Jimi Hendrix, James Brown, Sly Stone and Muddy Waters (elements of soul jazz had already crept into the quintet's repertoire with "Eighty-One" from E.S.P.). On MILES FROM THE SKY, the trumpeter's "Stuff" juxtaposes a long elliptical blues line over a harmonically varied Ron Carter bass vamp, as Herbie Hancock pumps out billowy turqoise clouds of Fender/Rhodes chords and Tony Williams alternatingly locks in and deconstructs the eighth note pulse. On Shorter's "Paraphernalia" the horns play harmonic cat and mouse with a swinging vamp, resolving tension in cyclical chord progression, as George Benson's electric guitar offers a teasing suggestion of things to come. Tony Williams' "Black Comedy" and Davis' "Country Son" offer a series of radical tempo and textural changes: The former does so in a, more or less, straight ahead groove, while the latter intersperses swing beats with abstract gospel and ballad moods, culminating in an epic Shorter solo, and a Davis solo which hints at the newer style of phrasing he'd reveal on IN A SILENT WAY."

Espero no haberles destripado "el final de la película" con esta exégesis musical. Que lo disfruten.

Tracklist:

1. Stuff
2. Paraphernalia
3. Black Comedy
4. Country Son
5. Black Comedy (Alt Take)
6. Country Son (Alt Take).

DOWNLOAD HERE!



Tuesday, 18 September 2007

TIME

Cuando se es joven uno piensa que vivirá eternamente y, aún así, acumula frenéticamente experiencias mientras va quemando etapas, quizá dando una validez vital a la Teoría Especial de la Relatividad: a velocidades cercanas a la de la luz el tiempo transcurre más despacio. Paradójicamente, sobreviene la sensación del envejecimiento prematuro, de estar de vuelta de todo demasiado temprano.
Decía Kundera, en su obra "La lentitud", que la velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido; uno de los sintomas del alzheimer, enfermedad que se manifiesta en etapas avanzadas de la vida, es la amnesia progresiva. Correr entonces detrás de quimeras para disfrutar lo antes posible de una senilidad asegurada?
Para explicar la reconfiguración del nuevo orden mundial, uno de los grandes analistas de nuestro tiempo, Huntington, nos habla del choque de las civilizaciones: "en este nuevo mundo, los conflictos más generalizados, importantes y peligrosos no serán los que se produzcan entre clases sociales, ricos y pobres u otros grupos definidos por criterios económicos, sino aquellos que afecten a pueblos pertenecientes a diferentes entidades culturales". Históricamente los elementos diferenciadores clave entre civilizaciones han sido: sangre, lengua, religión y forma de vida. En el caso de tres de las grandes civilizaciones actuales: china, japonesa e islámica, se debería añadir un rasgo diferenciador crucial, su concepto del tiempo. No es necesario conocer a fondo la cultura china o japonesa, ni siquiera la islámica para darse cuenta de que su percepción temporal choca con la "occidental". Todos tenemos la imagen del árabe sentado a la puerta de su haima esperando ver pasar a su enemigo muerto. Podemos intentar ver, si no, "El viento nos llevará" de Abbas Kiarostami. Tal vez prefiramos devanarnos los sesos intentando averiguar aquello que se nos escapa cuando leemos a Kawabata o por qué nos tentaba el sueño viendo Mishima de Schrader; seguro que no era por la música hipnótica de Philip Glass. Se me ocurren más ejemplos fílmicos: "El perro mongol" de Byambasuren Davaa, "Dolls" de Takeshi Kitano y "El camino a casa" de Zhang Yimou. Dejando a un lado la trama de todas estas películas y de buena parte de la obra de Mishima y de Kawabata, lo que tienen en común es su particular tratamiento del paso del tiempo que a nosotros, los "occidentales", nos produce cierta aprensión, cierta axfisia, cierta incomprensión.
Sin embargo, podemos encontrar algunas joyas más cercanas que tratan el tema que nos ocupa, como la canción Time, de Pink Floyd. Con ella les dejo.

TIME

Ticking away the moments that make up a dull day
You fritter and waste the hours in an off hand way
Kicking around on a piece of ground in your home town
Waiting for someone or something to show you the way
Tired of lying in the sunshine staying home to watch the rain
You are young and life is long and there is time to kill today
And then one day you find ten years have got behind you
No one told you when to run, you missed the starting gun
And you run and you run to catch up with the sun, but its sinking
And racing around to come up behind you again
The sun is the same in the relative way, but youre older
Shorter of breath and one day closer to death
Every year is getting shorter, never seem to find the time
Plans that either come to naught or half a page of scribbled lines
Hanging on in quiet desperation is the english way
The time is gone, the song is over, thought Id something more to say
Home, home again
I like to be here when I can
And when I come home cold and tired
Its good to warm my bones beside the fire
Far away across the field
The tolling of the iron bell
Calls the faithful to their knees
To hear the softly spoken magic spells.



Monday, 17 September 2007

DEMONLOVER

La inminencia del Festival de Sitges ha propiciado la aparición de numerosos posts en la blogosfera. Gracias a la lectura de cine, vicio, subcultura me he hecho una buena composición de lugar respecto al cartel de este año. Crazy Japan, por su parte, dedica una entrada a las peliculas niponas que participan este año en el festival.
Con deleite observo que se estrena la última producción de Oliver Assayas. Hace algo más de un año fui a ver Demonlover, en principio solamente porque la banda sonora era de Sonic Youth. Sin embargo, al margen de la música, el planteamiento de la película me impresionó; no sólo por abordar algunos de los aspectos más turbios de Internet, sino también por la experimentación con el montaje.
Casi con toda seguridad yo no podré asistir, pero al menos me queda la satisfacción de animarles a ustedes a que vayan y que no dejen de ver Boarding Gate.

Thursday, 13 September 2007

YELLOW TURMOIL







Toronto, 3:57 a.m. La última rata azul cae fulminada sobre los railes. Llueve mientras los relámpagos iluminan los suburbios industriales. Unas zapatillas de skate avanzan hacia la puerta metálica de un garaje que poco a poco se abre en un chirrido ahogado. Los vaqueros raídos siguen a las zapatillas. Dentro, las rayas blancas de la sudadera brillan bajo la luz de neón. El olor rancio del sudor se mezcla con el del oxiacetileno. Las botellas del soplete están casi vacías. Ha sido una buena noche: 147 roedores, 1470 dólares. Aparta una caja y se deja caer sobre el único sillón. Extiende los dedos, sólo cuatro, para volver a cerrarlos con fuerza. Echa la capucha hacia atrás y su cabeza se ladea hacia el grifo. Se sumerge en un chorro rosa de Red Bull helado. Sus ojos brillan como válvulas pentódicas vencidos por el sueño.

Se despierta aturdido. Las imágenes polvorientas se suceden. Oye el pitido amenazador del convoy. Se lleva las manos a los oídos. Hubo un momento en el que las luces le cegaron. Saltó cuando la rata aún humeaba, su última rata, antes de que el tren le cercenara el dedo. El ahullido humano y el estertor del pequeño mamífero al unísono, resonando todavía en su cabeza. 24 años y ya había provocado 3409 muertes. Había consumado demasiados pequeños homicidios. Una legión de roedores habían perecido flameados por una llama de acetileno inmisericorde.

Media hora después se dejaba mecer sentado en un vagón del metro. Sonreía feliz contemplando los grafitis. El trabajo bien hecho. El total exterminio de una plaga pestilente. Ya en la calle miró hacia arriba, recorriendo una a una las ventanas del rascacielos. Contó mentalmente. El ascensor subía. Planta 46. Cogió su dinero y desapareció. Sin demora, rumbo al downtown, a la tienda de empeños. El ticket estaba descolorido. Recogió sus platos y altavoces.

La luz amarilla se filtraba por la claraboya del garaje. Rebuscó entre los discos: Greed / Holy money de los Swans. Comenzó a leer: "I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving hysterical naked, dragging themselves through the negro streets at dawn looking for an angry fix"........

Saturday, 8 September 2007

SVETLANA


Demasiado ágil. Escapaba otra vez ante la mirada atónita de los transeúntes. Al doblar la esquina paró exhausta, jadeando y examinó con impaciencia aquel bolso. Arrojó todo el contenido contra el pavimento caliente: una pequeña barra de labios, un pañuelo sucio, llaves....desesperada hundía ambas manos entre las telas. Allí estaba, aún palpitando, un billete de diez kunas.

La blusa estampada se le pegaba al cuerpo. Se estaba haciendo tarde; todavía tenía que subir al mercado y preparar algo de comer. Las sandalias le resultaban muy cómodas, ideales para la canícula. Un pie detrás de otro, frescos y con las uñas perfectamente arregladas; manicura francesa.

La profesora de filología alemana retirada había enviudado el año pasado. Llevaba el pelo recogido en un moño anacrónico. Dos pendientes pequeños colgaban de sus lóbulos. Parecía que toda la tensión del cabello se comunicaba a su rostro. Una mueca de desagrado se dibujaba desde la comisura de sus labios. No estaba contenta esa mañana.

Por su parte Zvoromir no tenía tiempo que perder. LLegaba tarde al trabajo. Repartía pizzas en una moto desvencijada y correosa. Desde la plaza de la fuente, donde paraban casi todos los tranvías, aún le quedaban quince minutos caminando. Cada día era igual que el anterior.

Respiró muy hondo un par de veces. Cerró los ojos. Esta vez estuvo muy cerca - pensó. Le gustaba esa sensación. Empezó haciéndolo por necesidad. Ahora le excitaba la idea de poder ser arrestada. Se levantaba por la mañana y notaba ese síndrome de abstinencia extraño, la falta de adrenalina, el peligro. El olor de su propio miedo mientras corría, las punzadas en los pulmones sin oxígeno.

Hola - dijo al entrar en la pizzería. Su compañero movió ligeramente la cabeza hacia la puerta que daba paso a la cocina; empujó una de las hojas y sintió una vaharada de vapor caliente en el rostro. Se puso el chaleco y cogió el casco debajo del brazo. Tenía el primer pedido sobre una de las mesas. En una nota se leía: Štefanovečka cesta, 7.

Quiero medio kilo de pepinillos - dijo. Había mucha gente en todos los puestos. Algunas moscas revoloteaban encima de la carne. Ideal para preparar Ćevapćići. Compraría también pan de pita y algo de mostaza. Su sobrino nieto lo agradecería.

Se cruzó con la profesora mientras subía los escalones de dos en dos sosteniendo la pizza con ambas manos. La puerta estaba entornada. Entró. Sobre el diván estaba Svetlana, miraba fijamente el billete de diez kunas....

Friday, 7 September 2007

Wednesday, 5 September 2007

VOLODYA

Volodya caminaba despacio, despreocupado. La calle estaba aún fresca. Recuerdo su pelo, algo crespo y de color zanahoria. Siempre nos reíamos a su costa en la escuela por ese motivo. Él, que siempre fue muy sabidillo para su edad, decía que la culpa la tenía un gen dominante. Mi tatarabuelo, repetía orgulloso, era un nómada de la etnia uzbeka y tenía mi mismo color de pelo. Lo decía sin rencor, sin enfadarse. Me gustaba ir a buscarle a su casa. Vivía en un caserón céntrico, con paredes llenas de salitre. Subía las escaleras con cuidado; estaba oscuro y la mayoría de las veces la luz no funcionaba porque robaban las bombillas. La puerta debió de ser verde. Ahora, reventada por la humedad, tenía bastante con sostenerse cuando la golpeaba con fuerza. Era el único modo de que me oyeran entre tanto alboroto. Recuerdo sin desagrado ese olor penetrante, de fruta podrida y húmeda que inundaba la estancia. La abuela de Volodya remendaba calcetines junto a la ventana. Una melena gris enrarecida tapaba sus orejas enormes. Nunca me atreví a decirle nada a mi amigo sobre ese asunto. Levantaba imperceptiblemente la vista, apenas un segundo, musitaba algo que yo no entendía y seguía cosiendo. No me gustaba estar de pie pero la anciana me inspiraba terror. Una tarde, sin embargo, decidí acercarme un taburete. No ocurrió nada. Pasé el tiempo observando los escasos libros, la mayoría escritos en ruso, ordenados en el único mueble que allí había. Alguien gritó en la calle.

Apretamos el paso en dirección al tranvía. Volodya no hablaba apenas, le gustaba escuchar, observar. El trayecto duraba una media hora. Teníamos que salir a las afueras donde crecían esas moles impersonales de hormigón. El conductor nos conocía, ya no pagábamos. Sabía que apenas teníamos dinero para comprar un balón entre todos. Yo por mi parte me entretenía preguntando todo lo que se me ocurría sobre los uzbekos, sobre el paisaje de esa república que se me hacía tan distante, tan exótica. La mayoría de las veces no obtenía respuesta. Las inventaba yo mismo, fabulaba, fantaseaba incluso los motivos por los cuales él y su familia habían emigrado.

Junto a un grupo de cuatro torres de apartamentos había una vieja fábrica de ladrillos abandonada y detrás un descampado. La fábrica pronto se convirtió en nuestro cuartel general. Allí, a escondidas, fue donde comencé a fumar mis primeros cigarrillos. Cigarrillos negros, muy fuertes, sin filtro, que me hacían toser y escupir flemas amarillentas. Si no llovía improvisábamos dos porterías, sacábamos nuestro balón y nos poníamos a jugar. Sentíamos el aire gélido en los dedos de las manos y nos turnábamos para ser portero. La mayoría de las veces conseguíamos hacer dos buenos equipos. No había mucho más. Pasábamos la tarde pateando, gritando, perjurando. Después del partido nos ibamos todos. No nos vimos nunca en ningún otro sitio, nada sabíamos los unos de los otros. Aquella fábrica y aquel descampado eran nuestro único nexo de unión. Ninguno supimos qué nos llevó allí, ni siquiera cómo nos pusimos de acuerdo para comprar el balón.

Acompañaba a Volodya y seguía mi camino a casa. Aquellas tardes ocuparon buena parte de mi infancia. Las recuerdo con un cariño incierto, empañadas por la melancolía quizá, o por el deseo de que hubieran sido de otra manera. Un día faltó Volodya. Subí y aporreé la puerta, como había hecho todo ese tiempo. Se había ido el olor a fruta podrida, no había alboroto. Golpeé de nuevo, aún con más fuerza y los goznes cedieron. No había nadie. Sobre la silla de la abuela un libro medio quemado y algunos mechones de pelo rojo esparcidos por el suelo. Corrí, salí, bajé, salté, no miré hacia atrás. No pregunté nada a nadie. Jamás lo volvería a ver. Olvidé incluso que existía un lugar llamado Uzbekistán.