4:23 pm. El té verde con hierbabuena humea y de fondo se escucha a Richard Galliano. Has leído el Babelia el sábado pasado, Tony? - pregunto -. No, el rato que tuve lo dediqué al Viajero - me dice - Es que me han recomendado la primera novela de Jonathan Little, "Las Benévolas", una epopeya del horror nazi. Por lo visto ha sido galardonada con el premio Goncourt. Según mi compañero de filosofía es una maravilla - añado -. En ese momento Tony se aleja hacia las mesas para servir dos cafés con leche. Cuando vuelve dice: Rehuyo un poco de todo lo relacionado con esa temática; demasiadas películas, demasiadas lecturas. Cada uno cuenta lo que le parece, no crees?. En eso Tony tiene razón. Por lo menos, cuando leí la trilogía de Gironella, o "Por quién doblan las campanas" podía cotejar la ficción con lo que me contaban mis abuelos. Tenía algo más de perspectiva.
El café está bastante tranquilo a esas horas, así que aprovecho la coyuntura y converso a mis anchas. Me ha llamado la atención la obsesión de W y su lectura compulsiva de todo lo relacionado con el Holocausto. Por mi parte he leído unas cuantas cosas y últimamente, además de la citada "Las Benévolas", he adquirido la reedición de Vida y Destino de Vasili Grossman que tanto tiempo ha estado descatalogada. Incluso tengo por ahí pendiente "Sin Destino" de Imre Kertesz y algunas obras de Primo Levi. Con calma Tony deja la bandeja y se enciende un cigarrillo. Me mira. Ah sí, te decía - mientras bebo algo de té - que le pregunté a W acerca de su "obsesión". Me comentó que el Holocausto también fue el aniquilamiento de la filosofía. Es incapaz de entender que un pueblo de tan tamaña tradición filosófica llegara a semejante barbarie.
Me gusta mucho Eric Fromm - me confiesa -. No sé muy bien por qué, como en un acto telepático, me acuerdo del capítulo "Psicoanálisis del nazismo" del libro "Miedo a la Libertad", que leí hace quince años y que apenas recuerdo. Por suerte el camarero me refresca la memoria: Fromm sostiene la tesis según la cual el caldo de cultivo en Alemania era el propicio para la ascensión del nazismo y la subida al poder de un dictador como Hitler, pero que podría haber ocurrido en cualquier otra sociedad occidental con circunstancias sociales, económicas y políticas parecidas. Vamos, que el hecho de que fuera Alemania no es relevante ni mucho menos inherente al nazismo - me dice-.
Mientras tanto ha llegado mucha gente y tenemos que interrumpir la conversación. Pago religiosamente mi consumición y vuelvo a casa.
Viendo la buena acogida que han tenido las escasas entradas que he publicado de carácter personal, he decidido que me prodigaré más al respecto. No tengo queja alguna de mis pocos pero fieles lectores que incluso han leído pacientemente escritos sobre hermeneútica, fundamentos de las matemáticas, filosofía del lenguaje o música que probablemente sólo son del interés del que escribe. He de reconocer, empero, que sin duda a veces peco de esotérico o incluso de pedante. Como les comentaba en "La lucha contra el demonio" mis intereses son quizá demasiados, y va contra mi ser, mi propia esencia, regentar una bitácora monográfica. Disfruto lo mismo escribiendo un relato corto que una diatriba, hablando de free jazz o música industrial que comparando a Kaurismaki con Kubrick. De tanto en tanto me dejo llevar y soy más exotérico, pero me complace también dar simples pinceladas, cansado o deformado profesionalmente por tanta explicación diaria que el "cumplimiento de mi deber me exige", y dejo que el lector indage o saque sus propias conclusiones como en ese mini-relato titulado Absence. Los ánimos de Aura, de Achiperre, de Marisabidilla y de Little Star me empujan a contarles más de mí. Con el post de hoy inauguro una sección que dedicaré a parte de mis viajes.
Esa conversación con Tony, ese extrañamiento que experimenté en el "Bunker" departiendo con W, el filósofo, me inspiran la entrada de hoy, dedicada a un viaje de adolescencia que me marcó y que, pensándolo con frialdad, ha hecho que parte de mi inquietud se conforme en torno al "Este". La etiqueta "Ostbanhoff" toma su nombre de la estación de tren situada en Berlín Este, de donde parten los trenes hacia Varsovia. Bajo esa denominación incluyo todo aquello relacionado con el Este, que tanta fascinación me sigue suscitando.
Al hilo de lo concerniente a la Segunda Guerra Mundial, mi falta de "subjetividad" y de la correspondiente y "objetiva" perspectiva histórica quedan compensadas por las vivencias personales. Hace varios años tuve la suerte de convivir, en un campo de trabajo, con rusos, polacos, una chica húngara y otras personas de distintas nacionalidades. Vivíamos en una pequeña aldea campesina llamada Puszczykowko. Eran tiempos en los que uno podía tardar 3 días en encontrar una cabina telefónica. Eran tiempos en los que las bicicletas que nos servían como medio de locomoción hasta el tren más cercano no tenían frenos. Había que pedalear al revés para detener su movimiento. Recuerdo aquella mañana que fui con Michal a intentar arreglar un pinchazo. Esas ruedas llevaban años sin fabricarse así que nos dirigimos a una "Wulkanizacja" y mientras recauchutaban el neumático desayunamos algo de queso, tomate y dos cervezas Lech a nuestra salud, a la de quién si no. Apenas eran las 6 y media de la mañana.
Nuestro trabajo allí consistía en excavar en un campo de concentración cercano a Poznan, ayudar en las mejoras de un museo adyacente y mantener entrevistas con supervivientes de otros campos de extermino. Fuimos a la televisión local, nos recibieron en el ayuntamiento de Poznan y al final deberíamos elaborar un informe que supongo nada tendría que ver con tanto como se ha escrito sobre esos abominables acontecimientos. Aquello lo escribimos nosotros, chavales de menos de 20 años la mayoría, fácilmente impresionables, "en circunstancias extremas", donde se labran las verdaderas amistades, en contacto directo con personas que llevaban los números de los campos grabados en sus brazos.
Por aquel entonces yo hablaba y entendía casi perfectamente 4 idiomas, además del español, entre ellos el alemán, lo cual me facilitó mucho mi trato tanto con mis compañeros como con los supervivientes. De todas formas, esto de la comunicación quiero dejarlo para el siguiente post dedicado a este viaje a Polonia, creo que lo merece.
Eran tiempos, les decía, en los que mis amigos de Ekaterimburgo viajaban en los compartimentos del tren cerrados con llave, recelosos ante la posibilidad de robo o algo peor. Una noche de "empalmada" tomamos el tren en dirección a Kracovia y desde allí nos dirigiríamos a Auschwitz y Birkenau.
To be continued....
Este post está dedicado a la memoria de todas las personas que compartieron conmigo aquellos días.
El café está bastante tranquilo a esas horas, así que aprovecho la coyuntura y converso a mis anchas. Me ha llamado la atención la obsesión de W y su lectura compulsiva de todo lo relacionado con el Holocausto. Por mi parte he leído unas cuantas cosas y últimamente, además de la citada "Las Benévolas", he adquirido la reedición de Vida y Destino de Vasili Grossman que tanto tiempo ha estado descatalogada. Incluso tengo por ahí pendiente "Sin Destino" de Imre Kertesz y algunas obras de Primo Levi. Con calma Tony deja la bandeja y se enciende un cigarrillo. Me mira. Ah sí, te decía - mientras bebo algo de té - que le pregunté a W acerca de su "obsesión". Me comentó que el Holocausto también fue el aniquilamiento de la filosofía. Es incapaz de entender que un pueblo de tan tamaña tradición filosófica llegara a semejante barbarie.
Me gusta mucho Eric Fromm - me confiesa -. No sé muy bien por qué, como en un acto telepático, me acuerdo del capítulo "Psicoanálisis del nazismo" del libro "Miedo a la Libertad", que leí hace quince años y que apenas recuerdo. Por suerte el camarero me refresca la memoria: Fromm sostiene la tesis según la cual el caldo de cultivo en Alemania era el propicio para la ascensión del nazismo y la subida al poder de un dictador como Hitler, pero que podría haber ocurrido en cualquier otra sociedad occidental con circunstancias sociales, económicas y políticas parecidas. Vamos, que el hecho de que fuera Alemania no es relevante ni mucho menos inherente al nazismo - me dice-.
Mientras tanto ha llegado mucha gente y tenemos que interrumpir la conversación. Pago religiosamente mi consumición y vuelvo a casa.
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Viendo la buena acogida que han tenido las escasas entradas que he publicado de carácter personal, he decidido que me prodigaré más al respecto. No tengo queja alguna de mis pocos pero fieles lectores que incluso han leído pacientemente escritos sobre hermeneútica, fundamentos de las matemáticas, filosofía del lenguaje o música que probablemente sólo son del interés del que escribe. He de reconocer, empero, que sin duda a veces peco de esotérico o incluso de pedante. Como les comentaba en "La lucha contra el demonio" mis intereses son quizá demasiados, y va contra mi ser, mi propia esencia, regentar una bitácora monográfica. Disfruto lo mismo escribiendo un relato corto que una diatriba, hablando de free jazz o música industrial que comparando a Kaurismaki con Kubrick. De tanto en tanto me dejo llevar y soy más exotérico, pero me complace también dar simples pinceladas, cansado o deformado profesionalmente por tanta explicación diaria que el "cumplimiento de mi deber me exige", y dejo que el lector indage o saque sus propias conclusiones como en ese mini-relato titulado Absence. Los ánimos de Aura, de Achiperre, de Marisabidilla y de Little Star me empujan a contarles más de mí. Con el post de hoy inauguro una sección que dedicaré a parte de mis viajes.
Esa conversación con Tony, ese extrañamiento que experimenté en el "Bunker" departiendo con W, el filósofo, me inspiran la entrada de hoy, dedicada a un viaje de adolescencia que me marcó y que, pensándolo con frialdad, ha hecho que parte de mi inquietud se conforme en torno al "Este". La etiqueta "Ostbanhoff" toma su nombre de la estación de tren situada en Berlín Este, de donde parten los trenes hacia Varsovia. Bajo esa denominación incluyo todo aquello relacionado con el Este, que tanta fascinación me sigue suscitando.
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Al hilo de lo concerniente a la Segunda Guerra Mundial, mi falta de "subjetividad" y de la correspondiente y "objetiva" perspectiva histórica quedan compensadas por las vivencias personales. Hace varios años tuve la suerte de convivir, en un campo de trabajo, con rusos, polacos, una chica húngara y otras personas de distintas nacionalidades. Vivíamos en una pequeña aldea campesina llamada Puszczykowko. Eran tiempos en los que uno podía tardar 3 días en encontrar una cabina telefónica. Eran tiempos en los que las bicicletas que nos servían como medio de locomoción hasta el tren más cercano no tenían frenos. Había que pedalear al revés para detener su movimiento. Recuerdo aquella mañana que fui con Michal a intentar arreglar un pinchazo. Esas ruedas llevaban años sin fabricarse así que nos dirigimos a una "Wulkanizacja" y mientras recauchutaban el neumático desayunamos algo de queso, tomate y dos cervezas Lech a nuestra salud, a la de quién si no. Apenas eran las 6 y media de la mañana.
Nuestro trabajo allí consistía en excavar en un campo de concentración cercano a Poznan, ayudar en las mejoras de un museo adyacente y mantener entrevistas con supervivientes de otros campos de extermino. Fuimos a la televisión local, nos recibieron en el ayuntamiento de Poznan y al final deberíamos elaborar un informe que supongo nada tendría que ver con tanto como se ha escrito sobre esos abominables acontecimientos. Aquello lo escribimos nosotros, chavales de menos de 20 años la mayoría, fácilmente impresionables, "en circunstancias extremas", donde se labran las verdaderas amistades, en contacto directo con personas que llevaban los números de los campos grabados en sus brazos.
Por aquel entonces yo hablaba y entendía casi perfectamente 4 idiomas, además del español, entre ellos el alemán, lo cual me facilitó mucho mi trato tanto con mis compañeros como con los supervivientes. De todas formas, esto de la comunicación quiero dejarlo para el siguiente post dedicado a este viaje a Polonia, creo que lo merece.
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Eran tiempos, les decía, en los que mis amigos de Ekaterimburgo viajaban en los compartimentos del tren cerrados con llave, recelosos ante la posibilidad de robo o algo peor. Una noche de "empalmada" tomamos el tren en dirección a Kracovia y desde allí nos dirigiríamos a Auschwitz y Birkenau.
To be continued....
Este post está dedicado a la memoria de todas las personas que compartieron conmigo aquellos días.
12 comments:
mucho tiempo sin pasar por aqui... pero me sige encantandooooo
Esas fotos me dan miedo.
Como siempre muy bien escrito. Insisto en que hay madera para hacer un gran incendio. Sigue encendiendo pequeñas fogatas...
Por la parte que me toca... la verdad es que he pensado a veces sobre la herencia judía, el peso de lo judío, en el siglo pasado... Si hay una esencia de lo judío, más allá de postmodernidades que la disuelven, y con ello la reforman, sépanlo o no, esenciándola como lo que se disuelve, como lo eternamente disuelto, nómade... Y también tocando de pies ¿en tierra?, qué ironía, y leyendo la historia de esos campos... Todo ayuda a saber cada vez más, y por eso comprender menos... de Jünger a Primo Levi, de Céline a Raul Hilbert... Jopi, jopi y jopi.
Cada día me sorprende más señor loco. Como diría Mr Burns EXCELENTE.
Cada día me sorprende más señor loco. Como diría Mr Burns EXCELENTE.
Últimamente llego siempre tarde Loco. A mí me pasa lo contrario a ti, te leo y se me quitan las ganas de escribir ¿Pa que?
Un beso, Miriam G.
Disculpe la duda, pero ¿como se sobrelleva trabajar en y para un campo de concentración y/o tener contacto primero con víctimas de éste a esa tierna edad?
Reconozco que, a día de hoy, el tema se ha llegado a convertir, en parte, en parque de atracciones linfático-estomacal, perdiendo la esencia básica de estos lugares y tornándose meros centros donde los primermundistas se purifican de todos los pecados para con el dolor ajeno. Sobre todo en cuanto a visitas guiadas a Auschwitz y otros complejos genocidas similares. Pero me parece impactante su experiencia personal, a qué negarlo.
Un lujo: desde la introducción, en que deja caer el tema que va a tratar casi como de casualidad; después la descripción de sus múltiples intereses; y para acabar, el principio del viaje... Como decía al empezar el comentario es un lujo leer una entrada como esta.
sara: pues nada, sigue pasando :)
mara jade: es de la que miran las fotos y no leen el texto? jeje ;)
bienvenida.
letnikov: en esta tierra de sequía constante hay que tener cuidado con las fogatas.
perse: así es como he estructurado el post, en temas que nos sobrepasan, por lo menos a mí, me olvido un poco de la lectura e intento sacar vivencias personales.
mari: gracias maja.
miriam: tu escribes unos cuentos fabulosos y cuentas en binario mejor que yo ;)
Maese: en mi caso, yo no trabajaba para el campo, sino para un museo hecho en memoria de las víctimas y se trataba de sacar a la luz aún más hechos horripilantes...y tuve la suerte como le digo de ir "en otro plan" con gente de allí, de rusia, cuyos abuelos probablemente fueran víctimas de la guerra.
Aura: como decía en la entrada, usted es culpable (en lo que le toca) de esta entrada ;). Gracias.
Pues siga con los ánimos de hablar de usted mismo, ya ve, yo lo hago constantemente y es imposible que usted tenga una vida más aburrida que la mía.
Yo es que soy muy tímido ;)
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